jueves, 20 de septiembre de 2007

A casi un cuarto de siglo

Y sin embargo, comprender que todo es tan volátil puede ser la esencia del placer. No importa. La nostalgia, como un contrapunto tirante, nos devuelve la imagen anecdótica de un pasado que se hace carne todos los días, que es tierra y fuego tanto como cenizas y olvido.
“¿Qué es lo que ocurre después de tanto tiempo?” Preguntaba el Carpo. Podemos mirarnos al espejo y reflexionar, o simplemente no hacer eco de la marea y seguir buceando los segundos que se marchitan en cada bocanada de aire. A casi un cuarto de siglo de mi primer segundo marchito, la reflexión me llevó al contrapunto tirante, y la marea fue provocada por la atracción de galerías que parecían olvidadas. Senderos que, más que borrarse en las penumbras, conviven en otro plano.
“Hubo un tiempo en que fui hermoso… (de bebe) … y fui libre de verdad (en el vientre)” Pero no seamos tan dramáticos, puede ser un problema generacional. Somos hijos de los `90s, y eso ya es mucho. Nuestros estandartes son simples: “una bandera que diga Che Guevara, un par de rockanroles y un porro pa´fumar”. O no tanto: generación x, generación grunge, neo punk, generación esquina, neo hippie, generación aguante. “Este es el aguante, hasta yo lo vi”. El remate es todo por dos pesos y el tipo de cambio es un empate chamuyadamente técnico. De la cajita felíz a los Guns ´n´ Roses, de los Guns a los Redondos, de los Redondos a la esquina y de la esquina a la primer birra de litro (y van…) Pero eso no se acerca ni un poco, tenemos otras estrofas que cantar: “no tengo futuro, no tengo trabajo…”
La marea es atraída por cenizas que hablan por hoy. En algún punto, somos una generación negada. Desaparecida una, negada la otra. Hay un sentimiento de no pertenencia, hay una sensación de ultraje y, quizás, la natural resolución de conquistar sectores popularmente protagónicos. No todo pasa en el escenario o en la cancha. Existe el tablón (aunque antes también) y existe (o existió) la bengala en los pogos. ¿Generación del trapo? Hay un grito de presente que de tan furioso y desesperado pasa desapercibido o se canaliza en explicaciones simplistas. ¿No será que el círculo en el pogo de “Cielito Lindo” es el cuarto Divididos? ¿Y si las bengalas, más que una negligencia, eran los instrumentos dramáticos de ese otro escenario? Por supuesto, las banderas hablan, o gritan presente. ¿El pogo más grande del mundo? Jijiji, ya sabemos.
También somos una generación que baila cumbia y reggaetón, pero eso no es tan nuevo. Antes los teníamos a los Decadentes (ah, si, ahora también), a Vilma Palma, a ¡Pocho la pantera!, Alsides, Ricky, Gladys, y Gilda. Y de ahí a Sombras hay un paso, y de Sombras a “La guerra de los colores”, otro. Y de ahí al “Pibe cantina” y del cantina a “damas graaatiii” y después, la comparación del “gungsta” sudaca con el “gungsta” yanki fue tan obvia que del hip-hop y la movida latina, voilá: Reggaetón. Y lo del caño en la televisión tampoco es nuevo. Claro que ahora está Nazarena Velez semidesnuda junto al caño, y antes estaba el Teto Medina bajando por el caño de Ritmo de la noche. En fin (Marcelito tendrá algún tipo de obsesión con los caños, y no de los que se pitan). Para consuelo de algunos, existe You Tube.
¿Y cómo olvidar las tardes con el Inspector Gayet y los Pitufos?, ahí nomás del clásico: “Yo me quiero casarrr… ¿y ud?” Y el hipopótamo verde de Pumper, los “Piluki” primero y los avanzados (e importados noventísticamente) “Micro Machines” después. Los Transformers (hoy los fans de culto aplauden ante la aparición del Optimus Prime hollywoodense de última generación). Los “Snorkles”, Cablín… ¡VCC! Y HBO como parte de la programación normal, “360, todo para ver” (a que se acuerdan la cortina), “Montaña Rusa”, “La banda del Golden Rocket”, etc, etc. Así podríamos seguir por horas, seamos sinceros, padecemos de “Sobredosis de tv”. Hasta que de pronto (Flash! La chica del bikini azul). No, pasó algo por la misma época que hoy sigue tan, y quizás más actual que nunca. Y no es Nirvana. ¡Llegaron Los Simpsons! Y desde entonces, nuestra cultura específica de generación mutaría para siempre. Claramente, somos la generación Simpson. Sin ir más lejos, el Pity ya lo dijo: “mirando los Simpsons y fumando…”
Y existen contradicciones muy fuertes, altamente significantes. Valoramos lo nuestro… ¿no? Pero pareciera ser que el verosímil de éxito y calidad, o el estereotipo de lo que debiera ser, sigue siendo importado, y más precisamente, del norte. No, Bolivia no, más al norte, allá, arriba de México y debajo de Canadá. Y por qué no de Europa, ya lo dijo Don Domingo Faustino, lo que debiera ser no usaba boleadoras. Dominguito, billete de 50 pesos. ¿Y en el de 100 que es el más alto? Roca… vamos bárbaro. O tal vez tiene su lógica ¿quién sabe? El ser humano es un ente contradictorio, atravesado en toda su construcción personal por incalculables circuitos de contradictorias descargas. Y en esa semiosis personal, las inevitables tensiones. No obstante, además de negada, somos una generación en constante tensión. Los mecanismos van por detrás, ocultos, o no tanto si se los observa bien.
No es casualidad que ésta sea una generación generalmente apolítica. Aunque la cara del Che sea un producto bien marketinero y sus remeras deambulen multitudinariamente, “ya nadie va a escuchar tu remera”, y quizás, empezando por casa. El discurso “progre” está de moda. Pero la queja es tan cómoda como la pasividad, y el descreimiento la mejor excusa, o la nueva creencia, o la convicción política que nos inculcaron tener. Somos los hijos del consumo, somos los hijos de las grandes promesas que no se pueden cumplir de igual forma para todos. Nuestros discursos setentistas hoy ya casi no chocan, hoy son parte de lo hegemónico, y el setentista, parte de un target. Por más “Matrix”, “V de venganza” o “Club de la pelea” que veamos. ¿Lógica de mercado o aburguesamiento de izquierda? ¿Ambas cosas? ¿Cultura masiva y popular? ¿Dónde quedan las alternativas? Las tensiones son ruidos. No escuchar los ruidos es seguir la corriente. Pero, aturdirse y paralizarse, ¿qué es?
De sordera en sordera intentamos seguir avanzando, no quedarnos truncos, buscar un lugar. Y resulta que empieza a ocurrir lo que no esperábamos tan pronto. Comenzamos a caer en la cuenta de que es hora de maniobrar el timón. Y la marea sigue allí, quizás más alta y sinuosa que nunca. ¿O será que siempre en nuestros momentos de flaqueza y temor sentimos que es el peor de todos los momentos y que nunca las aguas se van a calmar y el avistamiento de un horizonte se va a aclarar? Los segundos se perciben más vitales y el mundo que antes nos aguardaba ahora empieza a ser nuestro. Y nuestros códigos aparecen multiplicados en todo discurso, y nuestros guiños y nuestras señas ya no se enfrentan a ese mundo que ya no nos espera. Es ahora y siempre, entre la bronca y la resignación, es ahora o nunca, entre los sueños y las adversidades. Es ahora, sin más. Y puesto que todo avanza, que “Todo pasa” y que “El tiempo no para”, si no vislumbramos horizonte alguno, será cuestión de empezar a construirlo.

1 comentario:

Shuliet dijo...

No leí la entrada anterior, pero lejos esto es lo mejor que leí proveniente de tu ¿pluma?
Dejame usar la metáfora y decirte que se te nota el comunicólogo afanoso por vincular y articular cada pedacito de nuestra incoherente carrera en este texto. Texto viene del griego tejido, te acordás?
Un cuarto de siglo completado (el mío), en pleno tránsito del segundo cuarto, con muchas preguntas, perdón, interrogantes o bien cuestiones por resolver, también me pregunto qué generación somos (yo me acuerdo de la cortina de 360).
Y no hay una respuesta fácil, quizás somos una generación sin nombre ni identidad y, por lo tanto, sin cohesión porque crecimos en una época de transición, caída de un modo de ser de la sociedad argentina hacia... más abajo todavía! A veces entiendo por qué algunos piden de vuelta a los militares, nunca estuvimos peor que en los '90!!!
Vimos como aparecían cosas raras como el retiro voluntario, la extranjerización del patrimonio nacional y así, de la cultura. Nos inocularon (piense comunicólogo y encontrará a qué hago referencia) la individualidad yankie y así se produjo un desagregado de individuos inscriptos en un colectivo que, acostumbrado al todo gratis, sólo se mueve para conservar o agrandar su tajada de una torta cada vez más chica.

Tengo muchas cosas más para decir al respecto, pero poco tiempo y este cuadradito para ingresar el texto me pone muy nerviosa. Deberían hacerlo más grande!!

Reitero, me encantó el texto. Seguí así y capaz que conseguís laburo por $ 400 en Clarín